Había escuchado decir que lo mejor que podemos hacer cuando estamos estancados o paralizados, es actuar. Y para mí sonaba bien, en teoría. Cuando se me presentó una oportunidad profesional, debo reconocer que el miedo me invadió. ¿Sería capaz de sacarlo adelante, de hacerlo bien?, ¿qué pasaría si iba mal, si no era lo suficientemente buena en eso? Y en un par de ocasiones, descarté la oferta por el miedo. Y lo curioso, es que la oferta volvió a presentarse y de repente acepté, sin darle mayores vueltas al asunto. Hasta que llegó el momento de «salir a escena». Sentí pánico, me recriminé por haber aceptado. Y finalmente, oré, pedí a Dios que me acompañara y decidí dar el paso con todo y miedo. Y lo curioso es que, en la medida que fui desarrollando el trabajo, me di cuenta que podía hacerlo, gané confianza y un paso a la vez, momento a momento, lo logré. Y lo disfruté. Experimenté que en ocasiones es difícil pasar de la teoría a la práctica, pero que es lindo darte el permiso de explorar y de aplicar lo que vas conociendo.