Hay días en que nos sentimos agotados, irritables, cansados, sin ganas de trabajar o emprender proyectos. Vemos todo tan desolador, el horizonte no nos ofrece esperanza. Un consejo que recibí y me pareció muy oportuno para compartir es tener espacios para no hacer nada, para descansar, para olvidar el ser productivos, el estar ocupados. Simplemente disfrutar el estar vivo, ser conciente de la respiración, cerrar los ojos, hacer una siesta, dejar la mente en calma, abandonar toda preocupación por pensar, por hacer.
Es increíble los cambios que se pueden experimentar cuando se descansa, cuando se da un respiro, cuando no se hace nada.
Esto puede ser contrario a lo que hemos dado por cierto durante muchos años, en los que nos hemos acostumbrado a estar demostrando que somos útiles, productivos, que todo el tiempo hacemos actividades.
Darnos el permiso de tener espacios donde no hagamos nada, es confiar en que todo estará bien, en que renovando fuerzas podremos encontrar los recursos que necesitamos y sonreir nuevamente.