En estos tiempos, la incertidumbre parece notarse más. Sentimos la fragilidad de la vida, todo puede cambiar en un instante. Esta semana, recibí un consejo admirable de mi confesor, vivir la vida intensamente. Ciertamente, la vida es frágil y no sabemos qué pueda ocurrir. Más, podemos vivir alegremente, con intensidad, disfrutando el tiempo presente, sintiéndonos amados por Dios y dejándonos amar por El. Tal vez siempre ha sido así, la vida frágil, incierta, sin control sobre la mayoría o todas las cosas, sólo que no nos percatábamos tan seguido de esto. En la etapa del nido vacío, cuando la casa comienza a sentirse tan sola, es posible también vivir con intensidad, disfrutar, plantearse nuevos escenarios. La relación con los hijos y el cónyuge cambia, pero puede ser para bien, para una mejor y más profunda comunicación. Todo lo que viene está bajo el cuidado de Dios y El es inmensamente bueno.